El siguiente destino fue Dinamarca. Pero antes, Yamil regresó a la Argentina para despedirse de su familia y amigos. “En Argentina dejé todo sin mirar atrás: a mi mamá, a mi hermano, a mis tíos, mis primos, mis amigos y mi pasión más grande en la vida, que es River. Lo dejé todo por el sueño de poder alcanzar la libertad financiera y conocer el mundo. Todos me decían que estaba loco, que no era fácil vivir afuera, que lo mejor era recibirme y buscar un trabajo estable. Pero yo no quería saber nada, menos después de haber leído Padre Rico, Padre Pobre que fue el libro que cambió mi mente y mi vida para siempre”.
Actualmente vive en Copenhague, en un barrio llamado Østerbro. Alquila una habitación por 900 dólares al mes y está en un piso de estudiantes donde es el único argentino. “Lo que más me gusta de Dinamarca es la felicidad que te contagian las personas, todo el día, todo el tiempo te dicen que tengas un gran día con una sonrisa contagiosa. Jamás en mi vida he visto a la gente tan feliz en ningún país del mundo, y eso que ya a esta altura tengo el lujo de conocer 28 países. Lo que menos me gusta es que en invierno se hace de noche a las tres de la tarde, llueve mucho y hay mucho viento. Pero este es el único punto negativo, que yo aprendí a transformar en positivo porque me permite focalizarme más en trabajar y en mis objetivos. El invierno es para trabajar y hacer plata”.
Confiesa que está gratamente sorprendido también por la cultura de Dinamarca y el nivel de educación de la población. “La pobreza no existe, la comida sobra. De hecho, en los tachos de los supermercados tiran bandejas de comida envasada al vacío que está por vencer o vence el mismo día y muchos hemos bajado los costos de vivir al principio gracias a esto. Suena chocante decir que uno comió de la basura hasta que lo experimentás y es grandioso. La comida está perfecta, incluso muchos daneses van a los tachos a buscar esta comida para colaborar contra el desperdicio”.
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